Título: Bohemian Blue
Obra: Prince of tennis
Personajes: Sanada Genichirou & Yukimura Asuka (Rikkaidai)
Apto para: Diría que nadie hace caso de estas cosas. Pero seguramente (aunque no en este volumen) contenga palabras malsonantes, temas de adultos (alcohol, violencia, sexo, etc) en realidad no lo sé, porque acabo de empezar a escribirlo equisdé
¿Por qué BOHEMIAN BLUE?: Por que estaba escuchando la canción Bohemian Blue del BAS Oshitari Yuushi (Saito Takumi) & Gakuto Mukahi (Aoyagi Ruito), el fic se centra en la hermana pequeña del capitán del Rikkaidai Fuzoku: Yukimura Asuka (en realidad todo el personaje me lo inventé, pero sé que Yukimura tiene una hermana pequeña)
Autora: Misanglea
Contador de palabras: 1000 el primer volumén.
Disclaimer: Ninguno de los personajes del Rikkai me pertencen. Todo es obra original de Konomi Takeshi, excepto mi personaje original Yukimura Asuka.
Nota: Antes de empezar, me gustaría deciros que éste fic es el comienzo de uno grande, en realidad éste fic (o llamémoslo "capítulo") es un preambulo para que conozcais al personaje y todo lo relacionado con ella y sus relaciones con los chicos del Rikkai. Pd. ¿Alguien sugiere un nombre para el fic entero? Por último, me gustaría añadir que hay ciertas palabras en japonés (Tarundoru, buchou, fukubuchou, aniki) y la primera frase que está en japonés es para que entendais que a pesar de ser una chica Asuka utiliza "ore" que es una de las formas masculinas para autodenominarse.
Recomiendo escuchar mientras se lee: Bohemian blue - Oshitari Yuushi [Saito Takumi]
El timbre sonó exactamente a las 5:32 de un inesperado caluroso martes diecinueve. Ella no se movió ni un solo paso y habló a cierta distancia.
- Ore wa hitori. Seiichi está de nuevo en el hospital.
Sorprendido por la voz, el chico se giró para recibir a la persona que le hablaba tan fríamente. Era Asuka, la hermana de su amigo y capitán de tenis. Asuka poseía unos pequeños ojos inquisitivos, que a veces, incluso intimidaban a Sanada. Eso era lo que más le gustaba a Sanada Genichirou de Yukimura Asuka. La frialdad, y sin embargo, belleza de sus ojos.
- ¿Aún sigues denominándote “ore”?
La chica cerró con una belleza lenta y sobrenatural sus ojos y asintió, no sólo con su cuerpo, sino con toda su alma. Después abrió pesadamente los ojos, como si llevara mucho tiempo despierta, ando hasta ponerse al lado del fukubuchou del equipo masculino de tenis del Rikkai y apoyó su mano izquierda en el pomo de la puerta.
- Entra, te daré el número de la habitación de aniki y podrás ir a verle.
Su voz no era una propuesta, ni siquiera una sugerencia, y en ella había un deje de vergüenza que lo reafirmaba el hecho de no mirar ni una vez la cara de Sanada, y centrarse en mirar su escudo del uniforme o la correa de la bolsa donde transportaba sus raquetas.
Con un crujido la puerta acabó cediendo y entraron, primero ella y después Sanada, como todo caballero haría, pese a que Asuka tenía la firme intención de pasar la última. Se sentó en el escaloncito de la entrada, apoyó sus bolsas en la pared y se deshizo elegantemente de sus zapatos. Sanada esperó pacientemente hasta que la chica señaló la esquina izquierda del zapatero.
- Ponte cómodo.
Agradeció silenciosamente el gesto, dejó sus bolsas junto a las de ella y se sentó a su lado. Sabía que las zapatillas de ella eran las verdes color menta así que las cogió junto a las suyas y las dejó a un lado. La chica hundió la cabeza vergonzosamente mientras limpiaba efusivamente sus zapatos del colegio.
- Gracias.- después miró sus zapatos y sonrió abiertamente- perfectos
Los alineó y se calzó sus zapatillas de estar por casa. Con un dedo indicó al fukubuchou que la siguiera. Sanada conocía perfectamente la casa de los Yukimura, aún así la siguió sintiéndose totalmente perdido allí, en ese preciso instante. Hasta hace un par de segundos no se habría permitido pensar en algo así, era totalmente… Tarundoru, pensar en la hermana pequeña de tu mejor amigo como en una mujer era tarundoru. Pero vio su cabello azul bohemio meciéndose descompasadamente y en su mano derecha vio aquel gesto tan particular suyo, como era el hecho de contraer y estirar el dedo corazón a una rápida velocidad. Medio sonrió para sí mismo mientras miraba como alzaba sus pies para después volverlos a poner en el suelo. Eso era algo que apreciaba, la gente que arrastraba los pies eran poco adecuados para el bushido. Le guió hasta el comedor principal, que estaba perfectamente colocado, como si hiciera días que nadie comiera allí. Había un precioso escritorio hecho completamente de cristal del cual Seiichi hablaba embelesado cuando tenía que describir algo hermoso. Los bordes del escritorio estaban tallados con un metal que constituía el esqueleto del escritorio, podría haber sido un intento fallido, pero aquel metal resplandecía como si fuera auténtico oro blanco. Los tiradores de los cajones eran bastante simples, también recubiertos de aquel metal, que además de embellecerlos, guardaba con tesón el contenido que había en ellos. Encima del escritorio habían colocado un pequeño paño rojo que tejió la abuela de Seiichi y Asuka y del cual estaban orgullosísimos. Encima del paño, por último, había un cuaderno destartalado color blanco aguado con marcas de vasos de café que ciertamente chocaba con todo el espíritu armonioso que emanaba aquella obra de arte. Asuka se dirigió hacia el cuaderno y lo abrió, ojeándolo por todas las hojas y de todas formas.
- Ah, aquí está. Mismo hospital de siempre, planta 12 habitación 348.
Lo cerró y miró al cuaderno. Sus mejillas se tiñeron de rojo y dejó aquello en la barra americana que comunicaba el salón con la cocina.
- ¿No vas a ir Asuka-chan?
Asuka movió ligeramente la cabeza formando un sincero y rotundo NO.
- Debo recoger la casa, hacer la cena y preparar el ofuro para mi padre, llevarle la cena y una manta a mi madre al trabajo, hacer los deberes y estudiar, y finalmente iré a dormir otra vez está noche con Seiichi. Así que la respuesta sería “Sí, pero…”
Sanada se sobrecogió de que una chica de 16 años estuviera tan ocupada y fuera tan responsable como ella. Como agradecimiento la revolvió un poco aquel pelo que había descubierto de mujer.
- En nombre de tu hermano y de todo el equipo de tenis masculino, te doy las gracias.
Ella apartó la enorme mano de Sanada semi molesta y con sus propias manos se alisó el pelo colocándolo en su sitio. De pronto miró seriamente a los ojos del chico, encontrándose con su mirada.
- Ya no soy una niña Genichirou. Soy toda una mujer, no hace falta que me agradezcas mis deberes.
Una de las cosas que más molestaban a Asuka era que la siguieran tratando como una niña pequeña, que se preocuparan de ella como si fuera a meter la pata en cualquier momento, que no supieran que ya era toda una mujer, y sus derechos, deberes, obligaciones y sentimientos habían acompañado a todo ese cambio.
Sanada hizo una reverencia exagerada a la chica que se quedó mirando sin saber qué hacer. Normalmente era ella quien hacía la reverencia, así que aquello la resultaba vergonzoso, y ante todo, nuevo. Levantó sus manos y las apoyó en los hombros del fukubuchou para obligarle a levantarse.
- Discúlpame.
- No tengo que disculparte por nada. En realidad soy una niña.
- No.
- Ore wa hitori. Seiichi está de nuevo en el hospital.
Sorprendido por la voz, el chico se giró para recibir a la persona que le hablaba tan fríamente. Era Asuka, la hermana de su amigo y capitán de tenis. Asuka poseía unos pequeños ojos inquisitivos, que a veces, incluso intimidaban a Sanada. Eso era lo que más le gustaba a Sanada Genichirou de Yukimura Asuka. La frialdad, y sin embargo, belleza de sus ojos.
- ¿Aún sigues denominándote “ore”?
La chica cerró con una belleza lenta y sobrenatural sus ojos y asintió, no sólo con su cuerpo, sino con toda su alma. Después abrió pesadamente los ojos, como si llevara mucho tiempo despierta, ando hasta ponerse al lado del fukubuchou del equipo masculino de tenis del Rikkai y apoyó su mano izquierda en el pomo de la puerta.
- Entra, te daré el número de la habitación de aniki y podrás ir a verle.
Su voz no era una propuesta, ni siquiera una sugerencia, y en ella había un deje de vergüenza que lo reafirmaba el hecho de no mirar ni una vez la cara de Sanada, y centrarse en mirar su escudo del uniforme o la correa de la bolsa donde transportaba sus raquetas.
Con un crujido la puerta acabó cediendo y entraron, primero ella y después Sanada, como todo caballero haría, pese a que Asuka tenía la firme intención de pasar la última. Se sentó en el escaloncito de la entrada, apoyó sus bolsas en la pared y se deshizo elegantemente de sus zapatos. Sanada esperó pacientemente hasta que la chica señaló la esquina izquierda del zapatero.
- Ponte cómodo.
Agradeció silenciosamente el gesto, dejó sus bolsas junto a las de ella y se sentó a su lado. Sabía que las zapatillas de ella eran las verdes color menta así que las cogió junto a las suyas y las dejó a un lado. La chica hundió la cabeza vergonzosamente mientras limpiaba efusivamente sus zapatos del colegio.
- Gracias.- después miró sus zapatos y sonrió abiertamente- perfectos
Los alineó y se calzó sus zapatillas de estar por casa. Con un dedo indicó al fukubuchou que la siguiera. Sanada conocía perfectamente la casa de los Yukimura, aún así la siguió sintiéndose totalmente perdido allí, en ese preciso instante. Hasta hace un par de segundos no se habría permitido pensar en algo así, era totalmente… Tarundoru, pensar en la hermana pequeña de tu mejor amigo como en una mujer era tarundoru. Pero vio su cabello azul bohemio meciéndose descompasadamente y en su mano derecha vio aquel gesto tan particular suyo, como era el hecho de contraer y estirar el dedo corazón a una rápida velocidad. Medio sonrió para sí mismo mientras miraba como alzaba sus pies para después volverlos a poner en el suelo. Eso era algo que apreciaba, la gente que arrastraba los pies eran poco adecuados para el bushido. Le guió hasta el comedor principal, que estaba perfectamente colocado, como si hiciera días que nadie comiera allí. Había un precioso escritorio hecho completamente de cristal del cual Seiichi hablaba embelesado cuando tenía que describir algo hermoso. Los bordes del escritorio estaban tallados con un metal que constituía el esqueleto del escritorio, podría haber sido un intento fallido, pero aquel metal resplandecía como si fuera auténtico oro blanco. Los tiradores de los cajones eran bastante simples, también recubiertos de aquel metal, que además de embellecerlos, guardaba con tesón el contenido que había en ellos. Encima del escritorio habían colocado un pequeño paño rojo que tejió la abuela de Seiichi y Asuka y del cual estaban orgullosísimos. Encima del paño, por último, había un cuaderno destartalado color blanco aguado con marcas de vasos de café que ciertamente chocaba con todo el espíritu armonioso que emanaba aquella obra de arte. Asuka se dirigió hacia el cuaderno y lo abrió, ojeándolo por todas las hojas y de todas formas.
- Ah, aquí está. Mismo hospital de siempre, planta 12 habitación 348.
Lo cerró y miró al cuaderno. Sus mejillas se tiñeron de rojo y dejó aquello en la barra americana que comunicaba el salón con la cocina.
- ¿No vas a ir Asuka-chan?
Asuka movió ligeramente la cabeza formando un sincero y rotundo NO.
- Debo recoger la casa, hacer la cena y preparar el ofuro para mi padre, llevarle la cena y una manta a mi madre al trabajo, hacer los deberes y estudiar, y finalmente iré a dormir otra vez está noche con Seiichi. Así que la respuesta sería “Sí, pero…”
Sanada se sobrecogió de que una chica de 16 años estuviera tan ocupada y fuera tan responsable como ella. Como agradecimiento la revolvió un poco aquel pelo que había descubierto de mujer.
- En nombre de tu hermano y de todo el equipo de tenis masculino, te doy las gracias.
Ella apartó la enorme mano de Sanada semi molesta y con sus propias manos se alisó el pelo colocándolo en su sitio. De pronto miró seriamente a los ojos del chico, encontrándose con su mirada.
- Ya no soy una niña Genichirou. Soy toda una mujer, no hace falta que me agradezcas mis deberes.
Una de las cosas que más molestaban a Asuka era que la siguieran tratando como una niña pequeña, que se preocuparan de ella como si fuera a meter la pata en cualquier momento, que no supieran que ya era toda una mujer, y sus derechos, deberes, obligaciones y sentimientos habían acompañado a todo ese cambio.
Sanada hizo una reverencia exagerada a la chica que se quedó mirando sin saber qué hacer. Normalmente era ella quien hacía la reverencia, así que aquello la resultaba vergonzoso, y ante todo, nuevo. Levantó sus manos y las apoyó en los hombros del fukubuchou para obligarle a levantarse.
- Discúlpame.
- No tengo que disculparte por nada. En realidad soy una niña.
- No.
1 comentarios:
Desde mis --- HORAS ROTAS ---
y --- AULA DE PAZ ----
TE SIGO MUDOS PENSAMIENTOS . comparto tu blog
con un fuerte abrazo y
Saludos cordiales de amistad:
afectuosamente :
MUDOS PENSAMIENTOS
jose
ramon…
Publicar un comentario