22/5/09

Idiota



¿Cuánto tiempo había pasado? No estaba segura. Lo que sí sabía con certeza es que debía desaparecer de aquel restaurante, las cosas entre la parejita se estaban caldeando cada vez más, y ella había gastado todo su dinero y toda su ketamina en aquel sitio con azulejos mojados de ketchup y un par de cristales rotos. Sí, definitivamente había bebido y esnifado más de lo que debía. Quizá para evitar el dolor que sentía fuerte fuerte en el alma, y que ahora mismo nadie podía llenar, quizá para evadirse de aquel mundo de fantasía donde un castaño metía mano y lengua a su chica a menos de 3 metros de una persona que esnifaba un par de rayas de ketamina y se las fulminaba con vodka o algún chupito de absenta o aguardiente. Vaya... qué mundo más patético. Aún así tenía que ser fuerte, ni una lágrima. ¿Pero qué más daba aquella estúpida promesa que se había hecho a sí misma, si nadie la estaba mirando? Ahora mismo Itziar Blanco se debatía entre una risa producida por la cantidad de droga que llevaba en su pequeño cuerpo o una llantina por el simple echo de que la vida seguía y nada la detendría por que hubiera muerto una persona. Se apeó del asiento aunque casi se cae al apoyar sus pies en el suelo resbaladizo, sin embargo consiguió agarrarse al taburete y salió de allí tras ponerse su chaqueta. El aire puro la impactó en la cara e hizo que tosiera un par de veces. Se frotó los brazos, para que su temperatura corporal descendiera unos grados y comenzó a andar mientras sonreía. Todo se veía borroso y tenía la sensación de que no andaba, sino flotaba en el aire y con el pensamiento dirigía aquel maravilloso vuelo a la dirección que quería, aunque desafortunadamente, no sabía adonde estaba viajando.
Luces blancas por todas partes y hojas mojadas en el suelo. No, ya no llovía. El aire movía a voluntad su pelo largo mientras pensaba que debía ir a la peluquería, ya llevaba mucho tiempo sin cortarse el pelo y era un cambio muy brusco. Se miró en un escaparate donde vendían zapatos a un módico precio, aunque todos eran horrendos. Tenía las pupilas muy dilatadas y una sonrisa de pánfila en medio de la cara. El pelo estaba alborotado y un poco de sangre reseca decoraba su redondita nariz. Menudo cuadro.

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